Yaneey, vivía en un pueblo pequeño, con las casas antiguas y otras a punto de derrumbarse. La niña no iba a la escuela, tenía que trabajar severamente en los campos y recolectar trigo y otros cereales.
Su familia era
muy pobre; su padre trabajaba en un lugar remoto, y muy pocas veces les llegaba
el dinero que él les mandaba. La madre de Yaneey estaba enferma, pero tenía que
cuidar de sus hijos pequeños que además eran gemelos, Malvin y Audra.
Así que la
pequeña Yaneey, con sus onces años todos los días se iba a trabajar al campo.
Todas las mañanas, se vestía con unos pantalones bombachos y con una camiseta
de tirantes, y se iba descalza al campo, con una cesta de paja y su escaso
almuerzo.
Yaneey, podría
haber montado un pollo por tener que trabajar todos los días, como sus dos
hermanos; pero ella tenía un corazón puro, y sabía que ese sería su destino, y
no había nada más para remediarlo.
Para llegar al
campo donde Yaneey trabajaba, había que atravesar por una pequeña casa en medio
de la nada. La casa tenía las ventanas rotas y la puerta crujía al abrirla.
Yaneey, nunca
se le habría pasado entrar allí ni loca, pero a su amigo Pedro sí. El niño tenía
fama de ser valiente, pero Pedro y ella sabían perfectamente de no lo era.
Una mañana,
Pedro le dijo a Yaneey que si entraba con él a la casa. Pero ella se negó
rotundamente, así que, el que entró fue él. Yaneey se fue al campo a trabajar y
le dijo que le esperaría allí.
Pasaron las
horas, y llegó el momento de irse a su casa. La niña pasó otra vez por la
casita abandonada, y creyó ver la sombra de una niña ahorcada con un osito de
peluche.
Yaneey sintió
un miedo aterrador, quería correr hacia su casa pero sus piernas se lo impedían,
estaba como hipnotizada. Sin saber muy bien de lo que hacía, abrió la pesada puerta,
y se dispuso a subir lentamente las escaleras de madera que crujían al
pisarlas. Entró en una habitación, con una cama y sobre ella una niña yacía inmóvil…
De repente recobró la vida, tenía la cara ensangrentada y con las pupilas
arrancadas… Yaneey sintió como si le arrancaran el corazón, y antes de que la niña
le atravesara el corazón con un puñal, Yaneey preguntó:
-
¿Por qué odias tanto? – Susurró mientras veía como su
sangre manaba de una herida profunda y negra, manchando unas rosas blancas
ahora rojas.
-
Porque una vez amé demasiado.
ESPERO QUE OS GUSTE.
ResponderEliminarCARMEN
Si esta muy chula la historia
ResponderEliminarLAURA
muy bien!
ResponderEliminarJOEY
Qué historia más tremenda ¿no?
ResponderEliminarPues ya tenemos la primera de halloween.