CONTINUACIÓN:
TOMO 2.
CAPÍTULO
TRES: LA TRAICIÓN POR
AMOR
-
En el jardín secreto, ya habíamos plantado varias cosas
como: violetas, rosas y un pequeño fresal.
Helena, seguía igual que siempre.
Guapa, simpática, dulce… Ya no sabía que hacer, la quería a rabiar, pero cada
día estaba más flaca…
-
¿Y… Esta noche que plantamos?- Me preguntó Helena. Pero
esta vez, su voz sonaba más apagada, y sus ojos no brillaban tanto. Parecía que
sobre sus hombros llevase una carga pesada. Entonces lo comprendí todo.
-
¡Nada, no vamos a hacer nada!- Helena me miró extraña.
Nunca había gritado en estos 3 meses que llevaba con ella.
-
¿Cómo?
-
¡Nada Helena! ¡Ahora lo comprendo, no has comido como
me prometiste. Y si no comes yo no hago el jardín contigo!
-
Bueno. Te tendrías que dar cuenta algún día ¿no?-
Helena me miraba, y empezó a fruncir el ceño. – De todas formas Marcos ¿Qué más
te da?- Le podría haber dicho que la quería, que yo sabía que me iba a morir
sin remedio, y que ella tenía la oportunidad de vivir que yo tanto ansiaba.
Pero en ese momento estaba muy enfadado como para ponerme romántico.
-
Es verdad Helena, me da igual. Exactamente como nuestro
jardín secreto que ya no pienso hacer.- Helena me miró con una mirada cargada
de odio y rencor. Yo también la atisbé, pero mi contemplación hacia ella, no
fue de odio ni de rencor. Fue más bien de tristeza y decepción. Apto seguido
salí de nuestro dormitorio corriendo velozmente. Me fui a nuestro jardín y comencé
a llorar. Lloré por Helena, por mis padres y porque me habían dicho que mis
días de vida estaban contados. De tanto llorar me quedé dormido.
- Cuando me desperté, los árboles que Helena y yo habíamos
plantado ya no estaban. Solo quedaba un rosal, con las rosas azules…¡Era
nuestro rosal!
Subí ágilmente las escaleras del
hospital, y entré en nuestro dormitorio. Allí no estaba Helena, la busqué por
toda la planta infantil y no la encontré. Finalmente derrotado se lo pregunté a
una enfermera. Ella me escuchó atentamente, pero no dijo nada solo me indicó
que la siguiera. Yo la seguí preocupado, y llegamos a una habitación alejada de
todas las demás y abrió la puerta.
Allí estaba Helena, tumbada en
una cama con un montón de cables por el pecho y un aparato que la ayudaba a
respirar.
-
Has empeorado en solo unas cuantas horas…- Quería
seguir hablando, pero me tapó la boca con sus dedos.
-
No digas nada. Marcos tu… tu tenías razón, tendría
haber comido… lo siento mucho.- No sabía
que decir, ver a Helena en ese estado era terrorífico, estaba blanca como el
papel. Sabía que Helena se estaba muriendo… y que me volvería a quedar solo
otra vez. Ahora, sabía que ya mi vida no tendría sentido.
-
Te vas a poner bien Helena.- Dije con voz trémula. Ella
me sonrió forzosamente, y se le escaparon unas cuantas lágrimas y empezó a
gemir.- ¿Qué pasa te duele?- Ella negó con la cabeza.
-
Sabes… sabes que me voy a ir para siempre Marcos...-
Helena me limpió las lágrimas que me iban cayendo de las mejillas. Rebuscó por
debajo de su almohada y me dio un cuaderno rojo.- Es mi diario, quédatelo y
léelo, está escrito desde el primer día que vine aquí hasta el último… Te voy a
echar de menos.- Yo quería a Helena, no quería que se marchara nunca pero si
era así yo también tenía un regalo para ella.
-
Toma Helena, es una rosa de nuestro rosal azul… no
quiero que me olvides.- Helena la cogió, me miró por última vez, una lágrima rodó por su perfecta mejilla, cayó limpiamente en mi rosa y cerró sus
ojos para siempre.
PRÓLOGO
- No sé como lo he conseguido.
Pero he sobrevivido al cáncer. Ya soy adulto y he transladado el rosal de
Helena y el mío al jardín de mi casa.
He adoptado un hijo, y este año
iré al rosal más grande y bonito con rosas azules (que es donde enterraron a
Helena) y le diré a mi hijo: “Aquí yace la mujer que amo”